_
Dueña de una prosa inconfundible, Cristina Bajo es hoy una de las escritoras más representativas de la ciudad de Córdoba. En su vida, desempeña todos los roles que dignifican al género: madre y abuela, mujer y amante, historiadora, intelectual, literata y hasta apasionada por la cocina. Sin embargo, aquello que la enaltece, es el fascinante don de saber conjugar todos estos elementos, en cada uno de los libros de su autoría. Así, en el mes de la mujer no hay mejor homenaje que las palabras de una que lo es, con todas las letras.
Quienes se han cruzado con algún libro de la autora cordobesa, no pueden evitar asociar su nombre a la Córdoba Colonial, aquella ciudad dividida entre indios y cristianos, Unitarios y Federales, Jesuitas y Franciscanos. Las historias de amores prohibidos y hazañas heróicas tiñen de matices delicados y pasionales sus novelas; todo ello sumado al conocimiento de hechos históricos, conjugan con inteligencia y talento las narraciones de la época.
-Cristina, de acuerdo a su experiencia como historiadora y escritora, ¿cuál considera que ha sido el papel de las mujeres en los inicios de la Córdoba Colonial?
-Importantísimo. Tuvimos una colonización muy diferente al resto del país: acá vinieron familias, trayendo un maestro para sus hijos, muebles, costureros y libros. La primera escuela para niñas del país se fundó en Córdoba, con enseñanza de lectura y escritura, a principios del 1600. En Buenos Aires, doscientos años después, a las niñas sólo se les enseñaba culto y manualidades.
-¿Y cuál le parece que ha sido la mejor virtud de la mujer cordobesa de antes?
-Comprometerse, trabajar, no bajar los brazos. Durante la guerra civil, mantuvieron a sus familias -familias muy amplias, con numerosos hijos, ancianos, minusválidos, viudas, solteras y sirvientes. Las que eran damas aprendieron a carnear y a sembrar; a las humildes, no les quedó otro remedio que prostituirse, pero entre todas sostuvieron el entramado social. Muchas se arriesgaron ante los jefes políticos y militares para salvar la vida de sus hombres. Aquella actitud ha variado poco, y la de la mujer de hoy es muy semejante.
-Sin embargo los roles han cambiado, ¿cuál le parece que es el papel que desempeñan en la sociedad y en el hogar?
-La mujer en Córdoba, desde la Colonia, viene marchando a paso firme. Hoy ocupa cargos políticos, lidera industrias, sobresale en deportes, organiza su casa, transita por las ciencias y crea en distintas expresiones artísticas. Hay una parte negativa: muchas mujeres no consiguen mantener un rol predominante en el hogar, en la crianza de los hijos, y eso trae problemas sociales.
-Importantísimo. Tuvimos una colonización muy diferente al resto del país: acá vinieron familias, trayendo un maestro para sus hijos, muebles, costureros y libros. La primera escuela para niñas del país se fundó en Córdoba, con enseñanza de lectura y escritura, a principios del 1600. En Buenos Aires, doscientos años después, a las niñas sólo se les enseñaba culto y manualidades.
-¿Y cuál le parece que ha sido la mejor virtud de la mujer cordobesa de antes?
-Comprometerse, trabajar, no bajar los brazos. Durante la guerra civil, mantuvieron a sus familias -familias muy amplias, con numerosos hijos, ancianos, minusválidos, viudas, solteras y sirvientes. Las que eran damas aprendieron a carnear y a sembrar; a las humildes, no les quedó otro remedio que prostituirse, pero entre todas sostuvieron el entramado social. Muchas se arriesgaron ante los jefes políticos y militares para salvar la vida de sus hombres. Aquella actitud ha variado poco, y la de la mujer de hoy es muy semejante.
-Sin embargo los roles han cambiado, ¿cuál le parece que es el papel que desempeñan en la sociedad y en el hogar?
-La mujer en Córdoba, desde la Colonia, viene marchando a paso firme. Hoy ocupa cargos políticos, lidera industrias, sobresale en deportes, organiza su casa, transita por las ciencias y crea en distintas expresiones artísticas. Hay una parte negativa: muchas mujeres no consiguen mantener un rol predominante en el hogar, en la crianza de los hijos, y eso trae problemas sociales.
-¿Cree Usted que la mujer actual vive con la misma pasión y/o sumisión que usted describe en sus novelas? ¿Hay magia, ingenuidad, fantasía "de novela" en las mujeres de la actualidad?
-Mis mujeres, en general, no son sumisas. Son de carácter, aunque muy femeninas. Y hoy, la mayoría de las mujeres que conozco -ya sean independientes y emprendedoras, profesionales o de origen modesto-, leen libros románticos, ven telenovelas, lloran por amores perdidos y sueñan con la aventura. Todo ello da sabor a la vida.
Cristina Bajo ha escrito sobre muchas mujeres a lo largo de su carrera, pero más allá de su fama como novelista, los capítulos de su vida ameritan una breve mención. Nació en Córdoba y se fue a vivir a Cabana, en las Sierras de Córdoba. Allí, pudo escuchar relatos de ciudades y amores que perduran hasta hoy, y que probablemente despertaron las primeras ideas para sus libros. Al crecer fue maestra rural, pero su afición por la literatura histórica nunca decayó, y escribió novelas sin creer que podría llegar a publicarlas. Sin embargo, en 1995 logró editar “Como vivido cien veces”, el libro que la dio a conocer y que reveló la historia de la que luego se transformó en la Saga de los Osorio. A su primer novela le siguieron otras publicaciones en las que destaca “El Jardín de los Venenos”, “En tiempos de Laura Osorio” y su libro de recetas de cocina ‘con historia’ “Elogio de la Cocina”. Con tanto camino recorrido, y tantos proyectos a mediano y largo plazo, la Mujer que tanto escribe de otras, respondió:
-Ahora, Cristina, ¿Con qué mujer o con cuáles mujeres se siente usted identificada?
-Mis mujeres, en general, no son sumisas. Son de carácter, aunque muy femeninas. Y hoy, la mayoría de las mujeres que conozco -ya sean independientes y emprendedoras, profesionales o de origen modesto-, leen libros románticos, ven telenovelas, lloran por amores perdidos y sueñan con la aventura. Todo ello da sabor a la vida.
Cristina Bajo ha escrito sobre muchas mujeres a lo largo de su carrera, pero más allá de su fama como novelista, los capítulos de su vida ameritan una breve mención. Nació en Córdoba y se fue a vivir a Cabana, en las Sierras de Córdoba. Allí, pudo escuchar relatos de ciudades y amores que perduran hasta hoy, y que probablemente despertaron las primeras ideas para sus libros. Al crecer fue maestra rural, pero su afición por la literatura histórica nunca decayó, y escribió novelas sin creer que podría llegar a publicarlas. Sin embargo, en 1995 logró editar “Como vivido cien veces”, el libro que la dio a conocer y que reveló la historia de la que luego se transformó en la Saga de los Osorio. A su primer novela le siguieron otras publicaciones en las que destaca “El Jardín de los Venenos”, “En tiempos de Laura Osorio” y su libro de recetas de cocina ‘con historia’ “Elogio de la Cocina”. Con tanto camino recorrido, y tantos proyectos a mediano y largo plazo, la Mujer que tanto escribe de otras, respondió:
-Ahora, Cristina, ¿Con qué mujer o con cuáles mujeres se siente usted identificada?
-Con las que nunca se sintieron víctimas; con las que salen a pelear por su lugar en el mundo y no se ponen a llorar, aunque a veces lo hagan en soledad. Con las que, en principio, no le echan la culpa a los otros de sus problemas o fracasos sin antes estudiar la responsabilidad que les cabe en esos a ellos.
-Finalmente, para las mujeres que nos enamoramos de sus personajes y soñamos con ellos: ¿cuáles son, a su manera de ver, los ‘requisitos’ que debe cumplir una mujer para ser protagonista de una novela?
-Finalmente, para las mujeres que nos enamoramos de sus personajes y soñamos con ellos: ¿cuáles son, a su manera de ver, los ‘requisitos’ que debe cumplir una mujer para ser protagonista de una novela?
-Ser mujer es ser heroína. Somos vulnerables, inestables, misteriosas, impredecibles, santas y malvadas. Esa dualidad entre Eva y la Virgen María, entre Judith que mata por su pueblo y la dama de Shalot, que muere de amor; entre Juana la Loca que no logra reinar porque los celos no le dan respiro, a Elizabeth I de Inglaterra, que no quiso casarse para no compartir el poder; entre Teresa de Calcuta que dedicó su vida a los más pobres, a Medea, que mata a sus hijos para herir al hombre que la traiciona, está el eterno femenino. El protagonismo de la mujer podría resumirse en una leyenda artúrica: La dama en la torre. Un caballero se encuentra ante una torre. En la ventana superior hay una hermosa dama que, llorando, le pide que la libere. El caballero, traspasado de pasión, penetra en el castillo. Lo que no sabe es si la mujer es víctima de un ogro, de un perverso, o el señuelo con que lo atraen a una trampa.
Por M. Guadalupe Zamar