domingo, 28 de diciembre de 2008

Las distancias que nos separan

Sabemos que la unión hace la fuerza, pero resulta difícil apartarse del impulso egocéntrico que nos lleva a la disputa; ese tormento al acecho que sólo busca tentarnos a demostrar que somos el más fuerte, aunque nada lo amerite.

Si bien Carl Schmitt realizó un análisis específicamente sobre el campo político, el criterio de amigo-enemigo, que plantea como expresión de la necesidad de diferenciación, quizá permite comprender lo que conlleva el sentido de afirmación de uno mismo frente al otro. El pensador alemán planteaba un “contenido positivo de la relación amigo-enemigo como conciencia de la igualdad y de la otredad: La diferencia nosotros-ellos establece un principio de oposición y complementariedad”; concepción paradójica y hasta inentendible. Pero, profundizando más en esta teoría, se advierte que la percepción que un grupo desarrolla de sí mismo en relación con los otros (es decir, su distinción) es un elemento que además lo cohesiona, ya que la posibilidad de reconocer un enemigo implica una identificación entre pares (con proyectos en común) que establece un sentimiento de pertenencia.

Entonces, con la hipótesis de Schmitt como supuesto, el desconcierto se acentúa. Si con la identificación del Otro, un grupo se une por sola derivación, ¿Cómo es posible que la sociedad en la que vivimos no logre una unión más duradera y sólida en los diferentes ámbitos?

Aquí entran, entonces, otros componentes en el análisis. Tal vez el más importante es el que indica la psicología de las relaciones -que se ocupa de explicar los conflictos entre grupos y los fenómenos que se le asocian-: Un ego fuerte, al que le resulta difícil lidiar con las críticas -si no la comprende como una forma indirecta en que aparece el elogio- podría ser una de las razones de la permanente confrontación.

Contrariamente a lo deseado, se suceden las situaciones olvidables que nos marcan como sociedad o grupo de referencia. Decisiones arbitrarias tomadas por miembros institucionales importantes, equipos deportivos con resultados negativos, equipos de trabajo con disfunciones graves, amistades y lazos rotos; todo, consecuencia de lo mismo. Según el sociólogo argentino Mario Margulis, la identidad se elabora siempre en una relación que opone grupos, pero no por su diferencia, sino por la voluntad de diferenciarse.

Muchas veces (y más de las deseadas) en lugar de condescender con el objetivo triunfal, consciente o inconscientemente, se truncan los pasos con situaciones negativas. Se sale de foco por un lugar de crítica destructiva que, como explica el calificativo, sólo devasta. Es por esto que todos deberíamos aprender a unirnos, desde la diferenciación, y “tirar para el mismo lado” siguiendo las palabras del viejo Martín Fierro.
Por Emiliana Felizzia

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