El mundo se viste de luto. Una de las voces más hermosas se apagó luego de deleitarnos por más de cincuenta años. Luciano Pavarotti murió el pasado 6 de Septiembre, y dejó lo amargo de la nostalgia, y lo dulce de su música que se inmortaliza en el recuerdo.
El gran tenor nació un 12 de Octubre de 1935 en Módena (Italia) y fue el único hijo de Fernando Pavarotti y Adele Ventura. En su país vivió una niñez marcada por la pobreza, la guerra y la ópera que su padre -como tenor aficionado- admiraba. Benjamino Gigli y Enrico Carusso, entre otros, fueron los cantantes que influenciaron su juventud y lo inclinaron hacia su pasión por este arte.
El gran tenor nació un 12 de Octubre de 1935 en Módena (Italia) y fue el único hijo de Fernando Pavarotti y Adele Ventura. En su país vivió una niñez marcada por la pobreza, la guerra y la ópera que su padre -como tenor aficionado- admiraba. Benjamino Gigli y Enrico Carusso, entre otros, fueron los cantantes que influenciaron su juventud y lo inclinaron hacia su pasión por este arte.
Al terminar su paso por la escuela decidió estudiar música para convertirse en profesor, pero el destino tenía preparado otros planes para Luciano. Poco a poco, entre el Teatro de la Comuna en Módena, y más tarde en La Coral de Gioacchino Rossini, Pavarotti demostró su talento con cantante lírico.
Si bien estos fueron sus inicios, el gran debut que lo llevaría a consolidarse en el mundo de la ópera no llegó hasta el 29 de abril de 1961, cuando interpretó a Rodolfo en La Bohème de Puccini. Y sin duda su gran popularidad fue lograda por su famoso “do de pecho” que se hizo audible para el mundo a través del rol de Tonio en La hija del regimiento de Gaetano Donizetti.
Durante su vida como cantante lírico recorrió los teatros y óperas más importantes del mundo, representó los roles más dificultosos y respetados, se ganó el aplauso de los públicos más exigentes, y lo más importante: alcanzó los oídos de aquellos espectadores que jamás sintieron inquietud o afecto por ese género musical.
Además de su trabajo como solista, Pavarotti creó la serie de conciertos de “Los tres Tenores” en las que junto a Plácido Domingo, José Carreras y el reconocido director de orquesta Zubin Mehta, interpretó las piezas más populares de la música lírica. Cabe destacar además su ardua labor a favor de los niños víctimas de las guerras, en contra del hambre y la pobreza; ya que además de organizar los reconocidos conciertos de “Pavarotti and friends”- en donde invitaba a celebridades de la música popular- donaba las regalías de sus discos para alcanzar tales fines.
Su vida como cantante casi alcanzó los cincuenta y dos años, ya que recién a sus veinte años tomó con seriedad el canto lírico. En el 2006 le fue descubierto un tumor maligno en el páncreas, que si bien fue operado, terminó por quitarle la vida un año después. A sus 71 años, Luciano Pavarotti -quien se auto proclamó “cantante por instinto y no por técnica”- murió luego de una valiente lucha contra la enfermedad.
Lo particular y cálido de su timbre de voz, lo dulce y expresivo de sus ojos, la generosidad y altruismo de sus obras de caridad, no hacen más que hacer de esta ausencia una lamentable perdida para el mundo.
Hacer una biografía no es suficiente para homenajearlo. Las palabras no alcanzan para describir todas las emociones y sensaciones que ha logrado producir en las almas y
oídos de aquellos que lo escuchan en su “Nessum Dorma”; no es suficiente calificar de alegre y sorprendentemente técnico su “brindis” de La Traviata; no basta con pensar en “Big Luciano” como un exquisito cantante capaz de compartir escenarios con U2, The Corrs, Jon Bon Jovi o Anastasia.
Sólo puede ser homenaje suficiente un “fortísimo aplauso”, como los que solo él supo despertar, o una “furtiva Lágrima” que emerja involuntariamente al aprehender un poco de su alma a través de su maravillosa e inigualable voz.
Por Ma. Guadalupe Zamar
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