lunes, 19 de noviembre de 2007

Cultura

La humanidad desde sus albores ha intentado explicar cómo suceden los acontecimientos cotidianos. Explicaciones fantásticas, mágicas y espirituales evolucionaron hasta alcanzar lo más sofisticado del raciocinio. Pero el cientificismo no es suficiente para llenar algunos baches que el intelecto necesita completar para obtener sosiego. A veces la religión lo hace, otras la Filosofía, y otras nada es convincente para la insaciable necesidad de entender.

Así introducimos dos de los misterios que siguen irresueltos aún a pesar de que la ciencia ha reunido todo su arsenal para descifrarlos. La isla de Pascua y Stonehenge (o Templo del Sol) son algunas de las construcciones que despiertan lo más profundo de la curiosidad humana.


Una isla con historia

La Isla de Pascua ubicada en lo más solitario del Océano Pacífico, compone una porción insular de la Polinesia. Bajo dominio chileno, es uno de los principales atractivos turísticos del país vecino. Además de su belleza natural, está recubierta por lo hermoso del misterio ancestral –pero vigente- que la rodea a lo largo de sus 163,6 Kilómetros cuadrados. La presencia de enormes construcciones de piedra denominadas “Moai” localizadas en toda la extensión geográfica, son la explicación del por qué es un destino tan visitado.

Sus primeros habitantes- el pueblo Rapanui- se encontraron con un terreno con escasas posibilidades de alimentación. No existía variedad animal y la vegetación era poco apta para el consumo. Sin embargo, desarrollaron una amplia actividad cultural que dependía de su organización social. Eran gobernados por el “ariki”, cuyo rol era asumido en ascendencia directa de los dioses. El resto de la población se dividía en tribus con clases estratificadas, y cada tribu ocupaba una zona para su auto abastecimiento.

Cuando un integrante destacado de la familia expiraba, se construía en su honor un moai y se lo instalaba en una plataforma denominada “ahu”. De este modo, y siguiendo la tradición, el moai tomaba el poder del ancestro para cuidar la aldea desde su inmensidad. “Se convertía así en una foto del alma pero de piedra y con ojos de coral blanco”. Desafortunadamente, en la actualidad solo el “Hanga Roa” conserva sus ojos.

La mayor parte de la población vivía hacia el interior, y hacia el litoral se emplazaban los centros religiosos, políticos y ceremoniales (Anakena, Akahanga) en los cuales adoraban a los ancestros pedregosos.

En la isla se pueden distinguir varios grupos de estatuas: 276 hacen guardia en las laderas del volcán que se encuentra en la isla; 300 están derribadas sobre los ahus que rodean los altos acantilados de la isla; otras a lo largo de antiguos caminos; y 80 quedaron sin terminar. Estos grupos son diferentes entre sí y se estima que en sus comienzos estaban ubicados sobre bustos enormes. Los más impactantes alcanzan 10 metros de altura y 7,6 metros de circunferencia y pesan 20 toneladas. Los más peculiares poseen un rojo copete de 1,8 x 2,4 metros que suponen "sombreros" extraídos del cráter del volcán Rano Roi. Sin embargo, las construcciones que de verdad aterran a quien pase frente suyo son las ubicadas en las laderas del Rano Raraku. Sus narices se perciben hacia arriba, sus labios finos parecen burlarse con desdén. No poseen ojos y pareciera que tuvieran orejas alargadas. La más grande es de 22 metros y la más pequeña de tres.

Y aquí se llega a las preguntas sin respuesta ¿Cómo fuerzas humanas lograron erigir semejantes creaciones? ¿Cómo han podido extraer partes de cráter de volcanes para colocar a más de 20 metros de altura? ¿Cómo pudieron trasladar toneladas de piedras sin contar con medios adecuados? (se descarta la madera para rodillos y las cuerdas para izar, ya que no se encontraban en la isla). Y las respuestas son muchas, pero ninguna satisface. En última instancia se atribuye a los extraterrestres esta obra de tamaña magnitud. Crédulos lo afirman, otros no se conforman, pero lo cierto es que el interrogante pesa más que cualquier moai.




También conocido como el Templo del Sol este conjunto megalítico, ubicado en Gran Bretaña, es un enigma que permanece con el tiempo y supera toda explicación sobre su construcción.

Se sitúa en Salisbury, y es uno de los monumentos de la prehistoria más famosos del mundo.
Su construcción está hecha en forma circular por pesados megalitos. Hoy se afirma que en sus comienzos (hacia el año 3100 a C), no era más importante o interesante que cualquier otra construcción del sur de Inglaterra. Pero en el año 2200 a C. comenzó a mutar al incorporar 32 bloques de arenisca y una piedra de Altar.

Lo inexplicable de esto, es cómo se logró el traslado de éstas piedras que se cree fueron traídas de las montañas de Preseli al suroeste de Gales y, en el caso de la piedra del Altar, que fue sustraída de un lugar próximo a Milford Heaven. No hay que ser demasiado inteligente para comprender que trasladar a mucha distancia 32 toneladas de roca en aquella época, no era labor fácil. Numerosos científicos, en la actualidad, han intentado recrear el momento en que se levantó y trasladó el bloque, sin obtener resultados exitosos y condimento extra al misterio que rodea a Stonehenge es que la finalidad de su construcción aún se desconoce exactamente.
Por supuesto que las hipótesis más creíbles que ha presentado la ciencia, son que era utilizado como templo religioso, monumento funerario y también como observatorio. De esta última conclusión se desprende el nombre con que se lo conoce “templo del sol”, ya que el primer día de cada verano el sol sale atravesando justo el eje de la construcción. Esto es razón suficiente para creer que sus arquitectos tenían conocimientos sobre astronomía. Por esto es también viable adherir a la idea de que Stonehenge servía para predecir eclipses y cambios astrales.

Los paganos británicos afirman además, que en la piedra de Altar se realizaban sacrificios humanos en ceremonias religiosas, afirmación que inexorablemente acrecienta la aureola de incertidumbre y espiritualidad que rodea a este templo.

Una vez más, los misterios sobre su construcción, la procedencia de sus materiales, los autores y hacedores del monumento, hacen perder el sueño de arqueólogos, antropólogos y demás científicos que enloquecen ante la imposibilidad de resolver el enigma.

Estos casos tan curiosos, cuyos orígenes y evolución se atribuye tanto a seres terrestres como extraterrestres o espirituales, mantienen lo emocionante de la inconciencia y desconocimiento de los hombres que tanto ayuda a mantener viva la imaginación y la magia que sólo misterios así pueden despertar.

Por M. Guadalupe Zamar

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