En el marco de la VI Bienal Iberoamericana de Comunicación, organizada por la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, el director del periódico Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, criticó duramente la función que cumplen hoy los medios en la sociedad, y la apatía que existe entre estos principales sistemas ciudadanos.
Sin rodeos, el sociólogo español comenzó su discurso magistral con una fuerte afirmación: “Los medios aparecen ahora como un problema de la democracia”. Y es que este pensador considera que los espacios mediáticos de alto alcance -que tanto han luchado por la libertad de expresión y la pluralidad de pensamiento- se han transformado en “mercados” que mienten, omiten, y escapan, a una sociedad que, lejos de tomarlos como referencia, parece despertar del eterno sopor de la credulidad.
Sin rodeos, el sociólogo español comenzó su discurso magistral con una fuerte afirmación: “Los medios aparecen ahora como un problema de la democracia”. Y es que este pensador considera que los espacios mediáticos de alto alcance -que tanto han luchado por la libertad de expresión y la pluralidad de pensamiento- se han transformado en “mercados” que mienten, omiten, y escapan, a una sociedad que, lejos de tomarlos como referencia, parece despertar del eterno sopor de la credulidad.
Los medios masivos de comunicación están cada vez más lejos de ser aquellos formadores de opinión, comprometidos con la realidad, y promotores de las actividades sociales y políticas de siglos atrás. Y, a mucha distancia, forman redes de alienación de tanto poder que socavan las bases de las quizá mal llamadas “democracias desarrolladas” que parecen cobijarnos.
Pero como la humanidad necesita expresarse, construye nuevos espacios de pensamiento, caracterizados por el anonimato y la parodia para “subvertir el orden existente”. ¿Esto no nos traslada a otros sistemas políticos? Pues sí, el chiste y el rumor a expensas del poder, son manifestaciones características de las dictaduras. Lo que abre una conflictiva contradicción, en pleno siglo XXI.
El descreimiento y la ruina
Ramonet afirma que existe en nuestras sociedades una sensibilidad muy particular hacia el funcionamiento de los medios, producto de una enorme insatisfacción, que provoca que “lo que dice la autoridad política o la autoridad mediática no es automáticamente creído”. Y es que -en palabras del sociólogo- “estamos en un sistema de desconfianza generalizada, en una crisis de credibilidad de los medios, y tenemos cada vez más conciencia de que nos encontramos en una situación de inseguridad informativa”.
Aún así, el panorama no está tan claro (u oscuro), ya que existe además una fuerte insurrección de los medios que afirman este paradójico fracaso del que parecen no hacerse cargo. Y tal como afirma el pensador español, si los medios triunfan hoy por los novedosos dispositivos tecnológicos pero pierden todo tipo de credibilidad, significa que este sistema “no está funcionando”.
Esta inseguridad (que se suma a la casi interminable lista de carencias) afecta directamente a las democracias; con lo que se necesitaría desarrollar una comunicación comunitaria, con una nueva generación de medios, de periodistas críticos y creativos, para ir tras la idea de que “una mejor información es posible”.
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Los medios ya no funcionan como educadores cívicos sino según otros criterios, erosionando una más de las instituciones (pilares esenciales) del conjunto de la sociedad; y esta idea de que los medios ya no constituyen la argamasa que va a purificar el cuerpo social, genera una gran decepción frente a esa responsabilidad no asumida por éstos; afirmó el entendido en la materia.
Entonces, de no proceder como educadores, los medios lo hacen como mercancía, haciendo circular ideas según las leyes de la oferta y la demanda (en tiempos expeditivos que anulan la reflexión), con lo que cambian de naturaleza “adaptándose para venderse mejor, para circular mejor”.
Pero, “los propios mecanismos comerciales de la información, están hoy perturbados, con la aparición de los gratuitos, con la gratuidad que es la cultura de Internet”. Entonces, cada vez más, el negocio de la información consiste, no en vender información a los ciudadanos, sino en vender ciudadanos a los anunciantes. Y, tal como lo afirma Ignacio Ramonet “estos cambios están modificando el funcionamiento estructural de la información”.
El cuarto poder desaparece, el quinto nace
Las leyes del entretenimiento y las leyes de la oferta y la demanda, devastan el concepto del cuarto poder. “Yo pienso que hoy globalmente -aunque hay excepciones- no se puede decir que los medios constituyan un cuarto poder”, afirma el director de Le Monde. Y haciendo una reseña histórica breve, el crítico explica que cuando empiezan a haber medios de masa en las democracias -antes de la primera guerra mundial- aparece un concepto, y un actor anónimo y colectivo, llamado opinión pública (intelectual, activadora, e intrínsecamente social), que va a permitir relativizar la legalidad de los tres poderes de las democracias, apelando a la moralidad.
¿Por qué este cuarto poder no está funcionando? Para Ramonet es así porque estamos en un período que se llama globalización, que ha modificado todos los parámetros de funcionamiento económico y cultural de nuestras sociedades; con lo cual éstas ya no pueden permitir, vigilar, corregir, y garantizar el buen funcionamiento democrático. “Globalización es la idea práctica de que los capitales deben circular en el planeta sin trabas (…) provocando la guerra del mercado contra el Estado, del individuo contra la colectividad”.
Inmiscuidos en este sistema casi perverso, los medios -mercantilizados e inmaterializados por la digitalización- “aspiran a tomar directamente el primer poder, y además quieren ser el único poder sin contrapoder”; y esta falta de contra-respuesta surge de que toda crítica al funcionamiento mediático es inmediatamente acusado de atentar contra la libertad de expresión.
Ante este escenario apocalíptico, el sociólogo y doctor en semiótica, propone una nueva idea en busca de soluciones: crear un quinto poder. Este tendría la misión del cuarto poder, y estaría constituido por los observatorios de medios, para producir informes y movilizar. “Hay como una misión de (…) ser un agitador mediático, político”. Y es que “estamos en una batalla ideológica”.
Por Emiliana Felizzia
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