jueves, 10 de enero de 2008

Valle de Ongamira

Sábado al medio día partimos en busca del Valle de Ongamira, un lugar desconocido para nosotras, del cual teníamos poca información y una mínima idea de dónde quedaba. Con las pocas indicaciones que teníamos nos adentramos por un camino de tierra q parecía llevarnos hacia ningún parte.

Escépticas de estar en el camino correcto, luego de recorrer casi una hora sin encontrar señales de vida, pensamos en retornar a la ruta. Fue en ese momento que por detrás de una sierra, aparecieron de la nada las formaciones rocosas de Ongamira, hogar de los comechigones hace miles de años. Las rojizas formaciones rocosas erosionadas por el viento y la lluvia, parecen moldeadas por las manos de un artista, formando figuras que parecen cuidar el valle desde lo alto.

A poco de andar, nos encontramos con un parador al pie de las grutas que mejor se conservan y desde allí emprendimos la caminata, escalando a la más alta de las formaciones rocosas, acompañados por el vuelo de los aguiluchos – pájaros autóctonos de la zona – que parecían custodiar nuestro ascenso. La vista desde lo alto es increíble, el profundo silencio del valle sólo es interrumpido por el susurro del viento.

Estas grutas fueron el lugar donde vivieron los aborígenes, y fue también el último lugar de resistencia de estos pueblos. Estas tierras fueron otorgadas al Capitán Don Blas de Rosales, por el fundador de Córdoba Jerónimo Luís de Cabrera. En 1574, cuando éste quiso tomar posesión de sus tierras los comechigones se resistieron a someterse a los españoles, matando al capitán Rosales. Las represalias no se hicieron esperar y el ataque fue inminente. Superados en número, los aborígenes quedaron cercados en el cerro sagrado por los españoles.
Muchos de ellos arrojaron a las mujeres y los niños desde lo alto del cerro para no ser sometidos por los enemigos que venían a robarle sus tierras. Murieron con la frente en alto peleando por su libertad hasta el final, para no caer bajo el poder de la conquista. El cerro sagrado aun conserva el nombre de “El Colchiquin” que significa: el cerro maldito. Este pueblo fue el único que resistió la invasión y el sometimiento de los españoles en toda la región.

Por esto, el Valle de Ongamira es un lugar obligado para los amantes de la naturaleza, la paz y la tranquilidad, un paraíso rojo para ser disfrutado y protegido por todos.

Por Georgina Catalano




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