viernes, 24 de octubre de 2008

i Siete Maravillas, siete mitos i

“He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande"

Antípatro de Sidón Antología Griega

Desde los albores de la humanidad el hombre se ha esforzado por desafiar -cuando no por superar- las fuerzas de la naturaleza y las bellezas que ella presenta a los humanos. A veces por ambición, otras por curiosidad y otras por amor, ya desde el año 125 a.C. los griegos elevaban poemas hacia aquellas creaciones humanas que maravillaban a quienes las veían; poemas que hasta nuestra actualidad generan una voraz competencia arquitectónica para lograr ser parte o autor de una de las siete maravillas del mundo.


La Gran Pirámide

En la actualidad sólo la pirámide de Giza se mantiene en pie, aunque parte de su revestimiento de Caliza ha sufrido los saqueos del hombre y la erosión de la naturaleza. Originalmente fue construida como la tumba del faraón conocido como Keops y fue terminada en el 2570 a.C. después de 20 años. El misterio que atrae a turistas y arqueólogos radica en cómo fue posible que la fuerza humana trasladara los más de dos millones bloques de piedra -de promedio de dos toneladas por bloque- para su construcción. La duda perdura hasta hoy, como perdura la primera de las más antiguas siete maravillas del mundo.

Los jardines Colgantes de Babilonia

La maravilla de existencia más dudosa es la de los Jardines Colgantes de Babilonia. Alrededor de ella se entrecruzan, mitos, guerras e historias de amor. Para los soñadores es mejor imaginar que la leyenda que cuenta que estos jardines fueron creados como expresión de amor del Rey de Caldea hacia su esposa Amytis es cierta. Amytis provenía de la tierra de los Medos que poseía hermosas montañas y frondosa vegetación, paisaje que contrastaba con la sequía que castigaba los terrenos de Babilonia. Para evitar su añoranza y nostalgia, el rey mandó a construir terrazas llenas de enredaderas, árboles, arbustos y plantas colgantes. Para la conservación de la flora fueron necesarios trabajos de ingeniería y arquitectura avanzados, se creé que la vegetación se mantenía por canales de riego de riachuelos alimentados por el Eúfrates. La historia nos afirma que perduraron no más allá del año 126 a.C. cuando la ciudad cayo bajo el dominio de los Partos.

El Coloso de Rodas

El coloso de Rodas fue el símbolo de la victoria del pueblo de Rodas frente a la invasión del ejército de Demetrio Poliorcetes. Este poderoso príncipe quiso derrumbar las murallas de Rodas para invadir la ciudad y gracias a fuertes temporales los barcos que trasladaban a los ejércitos de Demetrio naufragaron.


La felicidad del pueblo de Rodas por el triunfo llevó a la construcción de una estatua de bronce con la figura del Dios del viento, Helios. La estatua tenía 32 metros de altura y pesaba aproximadamente 70 toneladas. El coloso data del Siglo tres a.C. y fue destruida por un terremoto en el 223 a.C. 53 años luego de su construcción. Fue hecha por el escultor Cares de Lindos quien fue discípulo de Lisipo, el autor de otra estatua de gran tamaño considerada como otra de las siete maravillas: La estatua de Zeus.

La estatua de Zeus

A diferencia del Coloso, esta estatua fue realizada en marfil y oro, y medía 12 metros. Zeus aparecía con el torso desnudo y sus piernas estaban recubiertas por un manto; su cabeza tenía una corona de olivos; su mano izquierda un Niké (simbolizando a la diosa de la Victoria) y en su mano derecha un cetro. El marfil que usaron para su construcción era ablandado a partir de un sistema de remojo en vinagre que lo convertía en maleable. La certeza de su existencia se deriva a partir de la impresión de su figura en las monedas de la época ya que nada queda de la vieja estatua destruida en el 363 a.C. cuando el emperador Teodosio el Grande prohibió los cultos paganos.

El templo de Artemisa

El templo de Artemisa en Éfeso llevó 120 años para su construcción y estaba dedicada a la diosa conocida como Diana para los romanos. Era una obra de imponente arquitectura, realizada en mármol. La primera construcción data del siglo VIII a.C. y fue destruida por los Cimerios. Tras iniciar nuevamente su realización el templo fue atracción turística y religiosa para todo el viejo continente. Finalmente fue destruido por un incendio causado por Eróstrato, un hombre ambicioso que buscaba que el mundo conociera su nombre por ser el autor de la destrucción del templo más bello jamás visto. Así, una noche de julio del año 356 a.C. -noche en la que se cree nació Alejandro Magno- el templo se consumió. La mitología dice que para los griegos, Artemisa estaba demasiado preocupada en el nacimiento de Alejandro el magnánimo como para custodiar su propio templo. La reconstrucción se reinició tras la muerte de Alejandro, pero fue destruido nuevamente por los Godos.

El Sepulcro de Mausolo

La historia cuenta que este sepulcro fue levantado por Artemisia II tras la muerte de su esposo el príncipe Mausolo. El rey había llevado a su pueblo a la grandeza y el esplendor, y para honrar su reinado se mandó a erigir este templo que contenía 117 columnas, albergaba 444 estatuas y era coronado por un carro de mármol tirado por cuatro caballos con las figuras de Mausolo y Artemisia. El mismo Alejandro Magno que mando a reconstruir el templo de Artemisa, intentó destruir el sepulcro, pero finalmente fue derrumbado por terremotos en el año 1404.

El Faro de Alejandría

El faro era una torre gigantesca de mármol que poseía en su parte superior un espejo metálico que provocaba destellos de luz durante el día, y por las noches reflejaba el fuego de una hoguera. Su propósito era el mismo de los faros de hoy: iluminar a los navegantes. Situada frente a Alejandría en el actual Egipto, sobrevivió durante mucho tiempo, pero fue destruida por terremotos en el año 1323.

Mito o verdad, las antiguas maravillas del mundo, siguen quitando el sueño de arqueólogos e historiadores, siguen atrayendo la curiosidad de quienes han oído sobre su existencia, y siguen despertando la ambición de aquellos que quieren engrosar la lista de creadores y mecenas que buscan inmortalizar su nombre en alguna colosal y magnánima obra.

Por Ma. Guadalupe Zamar

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